martes, 10 de junio de 2025

REALIDADES Y FICCIONES

—Revista Literaria—

Nº 62 – Junio de 2025 – Año XVI

ISSN 2250-4281 – Edición trimestral

Inscripción gratuita como LECTOR o COLABORADOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

 

 



Sumario

• “Colección Robin Hood” de Miguel Gaya. (Pablo Queralt)
• La realidad oculta de la guerra. “Nuestros cuerpos, sus batallas. Lo que la guerra hace a las mujeres” de Christina Lamb. (Anna Rossell)
• “Poesía completa”, de Cesare Pavese. (Luis Benítez)
• Jean-Paul Sartre, a 120 años de su nacimiento. Sus ideas de destino, predestinación y la influencia del Psicoanálisis. (Antonio Las Heras)
• Lo que las mujeres cuentan. “El convite de la Mora” de Amanda Patarca y “Soy Lola Mora” de Laura Formento. (Valeria Badano)
• Vidas que alegran la vida. “La biblioteca de los nuevos comienzos” de Michiko Aoyama. (Anna Rossell)
• “Aullidos lejanos” de Pedro Martínez Corada, una obra de excepción. (Héctor Zabala)
Nuevo colaborador de Realidades y Ficciones:
    Pablo Queralt, Buenos Aires, Argentina

 

 

COLECCIÓN ROBIN HOOD DE MIGUEL GAYA

Pablo Queralt ©


Curiosa la vida del libro como ejemplo este, Colección, que fueron robados del baúl del auto del escritor cuando comenzaba la distribución de los 300 ejemplares, que luego de años vio la vida en una republicación para poder entrar en contacto con sus lectores de una travesía que abarca no solo la poesía, sino capítulos de vida en una adolescencia e infancia que llega con sus postales marcando un ritmo de ese allí entonces a este aquí ahora. Como una huella estampada en la arena húmeda, en el reino de lo que late en el centro de la habitación de lecturas que la poesía devuelve en aventuras compartidas entre amigos cuando se pone en peligro la vida y se discute de Dios. Que los marcianos no nos acechen es el ruego, porque siempre hay un acecho, que hace saber del terror de vivir en alter egos sucesivos en un relato cambiante y también inmutable. Las luces agónicas y los fuegos dan un medio tono de atardecer viendo lo que reflejan los ojos en esos momentos del crepúsculo de almas en un vaivén de quietud y movimiento de constelaciones de sentidos que marcan el compás entre lo que sucede unificando los tiempos de reconocimiento para que el destello sea verdadero. Hay un verdadero diálogo entre el héroe y el común, una inteligencia de dos que se comunican en el texto en la simplicidad del encuentro. Se ponen en evidencia planos de conciencia supra-textuales, en cada palabra con una inmensidad de lo otro, eso que esta sub-lineal y emerge en el poema en una simultaneidad más allá del tiempo, en una experiencia del pensamiento testigo, vigilante en el ritmo de la lírica de la claridad entre lo racional y lo irracional.

Gestos y sentimientos se aúnan en cada viraje de rumbo de lectura en lectura mostrando como es bello escribir sobre escrito-leído y soñado y con todo eso ser el constructor de una escritura propia que pasa por Robinson Crusoe, Búfalo Bill, Sawyer, Fierro, Amalia como besar la tierra de la que se parte sin despedirse y con esa impronta hacer obra, ser un corsario. Hay aquí un gusto por la vida, una forma de ternura, una estética susceptible de extraer las esencias, el sentido pleno, en la composición y creación de una modalidad performática a partir del gusto y placer de la lectura, como bienes de un pasado-futuro que conforman su eternidad en el presente. La variedad de personajes tomados tomo a tomo de esta colección que hizo carne y alma constituye un complejo, un bloque existencial de palabra que se llena y vacía en su propia comunicación, dando una vital unidad al libro que nos dice que estamos aquí para existir en una suave música de armonio. Hay una polifonía de compases interiores receptáculos de la colección de avatares de lo leído, soñado, imaginado ritmando tiempos y sitios que se encabalgan en mitad lector - mitad escritor, haciendo de su territorio existencial camino transindividual del desapego del yo, de la pasión y apego al clan. Registro de universos, faros, al mohicano, a la selva, a los ranqueles, al país en sombras, como líneas de sentido que se prolongan, que se potencian en un eterno retorno a lo naciente, en definitiva, a una infancia que nunca se olvida.

 

MIGUEL GAYA

Nació en Ayacucho (Provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1953. Integró en 1979 el grupo Onofrio de Poesía Descarnada junto con Javier Cófreces y Jonio González. Miembro del Comité Editorial de la revista de poesía La Danza del Ratón, desde su creación por los nombrados  en 1981 hasta su transformación en Ediciones en Danza en 2001.

Ha publicado los siguientes libros de poesía: La vida secreta de los escarabajos de la playa (Ediciones de la Claraboya, Buenos Aires, 1982), Levanta contra el viento la cabeza oscura (Ediciones de la Claraboya, Buenos Aires, 1983), Colección Robin Hood (Editorial Acme Agency, Buenos Aires, 1994), Siluetas en la corriente del río (Ediciones del Cronopio Azul, Buenos Aires, 2000), Los poetas Salvajes (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2003), Lo efímero y otros poemas inestables (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009) y Mediterráneo (edición del autor 2011). Este último trabajo aparece incluido en El alma y otros lugares (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2012). 

Editorial Bruguera, del grupo de Ediciones B, publicó en España su primera novela, Contemplar ese animal sangriento, en 2008. Dicha obra resultó finalista del Premio Biblioteca Nacional 2007, con un jurado integrado por David Viñas, Luis Gusmán y Martín Kohan. En 2012 publicó la novela Una pequeña conspiración (Del Nuevo Extremo). Sus poemas han aparecido en varias antologías y reseñas, entre ellas 65 poetas por la vida y la libertad (Abuelas de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 1981), Nueva poesía argentina (Editorial Universidad de Belgrano, Buenos Aires, 1983), Antología Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (Editorial Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1985), Poesía durante la dictadura (Ed. Calle Abajo, 1989), Poesía Argentina año 2000 (Cuadernos del Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA), Una antología de la poesía argentina (1970-2008) (selección, prólogo y notas de Jorge Fondebrider, Ediciones LOM, Chile, 2008) y 200 años de poesía argentina (selección y prólogo de Jorge Moteleone, Alfaguara, 2010). 

En junio de 2007 Ediciones en Danza reeditó Grupo Onofrio de Poesía Descarnada (1a edición, Crisol, 1979), selección de poemas escritos entre 1976 y 1978, junto a Jonio González y Javier Cófreces. Ha publicado poemas y notas en Clarín, Página 12, Diario de Poesía y otros medios de su país y del extranjero.

 

 

LA REALIDAD OCULTA DE LA GUERRA

Anna Rossell


Christina Lamb
Nuestros cuerpos, sus batallas.
Lo que la guerra hace a las mujeres
Traducción de Margarita Estapé
Editorial Principal de los Libros, 2021, 451 págs.

 

¿Cómo escribir una reseña que de antemano se sabe que no hará justicia al libro al que hace referencia? No se la hará porque todo lo que se pueda decir del texto empalidece si se compara con lo que el propio texto representa, su urgente contribución a difundir un tema injustísimamente oculto, que tan necesario es dar a conocer por el inenarrable sufrimiento que lo ha impulsado. Su difusión, urgente, sí, por lo que ella supone como multiplicador y oportunidad creciente que se da a las innumerables víctimas de obtener justicia. William Hague, el parlamentario conservador, biógrafo de William Wilberforce, quien consiguió que el Reino Unido aboliese la esclavitud en 1807, y ministro de Exteriores del Reino Unido, afirmó, después de conocer en persona la violencia sexual sufrida por las mujeres del campamento de refugiados de guerra de Darfur, en Sudán, y de visitar Bosnia, que «solo se consigue el objetivo [hacer justicia] cuando se cambia el comportamiento de los que se hallan al final de la cadena. La gente siempre encuentra un modo de hacer algo ilegal, hasta que se vuelve inaceptable». Huelga decir que para que se vuelva inaceptable hay que conocerlo.

Christina Lamb
Y si bien quien se disponga a leer este libro es más que probable que sea una persona concienciada y algo sepa del tema, es seguro que quedará estupefacto y sentirá escalofríos por la magnitud y la extensión de la crueldad que descubrirá al sumergirse en sus páginas. La imagen de cubierta, el título y el subtítulo del libro son suficientemente explícitos: lo que interesa a Christina Lamb es, en primera línea, qué les sucede a las mujeres en las guerras. Ella pone el foco en ellas como víctimas de guerra ante la escandalosa ausencia de su mención en los libros de historia, la omisión de compensación del sufrimiento por parte de los gobiernos responsables, ninguneo de sus nombres en los monumentos a los caídos, ante el negacionismo de su testimonio por parte de defensores y hasta jueces en juicios —pocos—, a los que, con insalvables dificultades se ha conseguido llevar a los agresores.

Christina Lamb (Londres, 1965), principal corresponsal en el extranjero de The Sunday Times, reconocida internacionalmente sobre todo por cubrir conflictos bélicos, trabajo que la ha hecho merecedora de muchos premios, nos brinda ahora de primera mano un magno, impagable documento del mal que en la guerra (y en la paz) se perpetra sobre todo contra las mujeres y las niñas. Su libro es, por sí mismo, un acto de reparación, el punto de partida necesario para que se haga efectiva, al final del recorrido, la que las víctimas siguen esperando —muchas de ellas ya no pueden—: el reconocimiento de terribles hechos ocurridos y la esperanza de contribuir a que dejen de suceder.

Lamb recorre el mundo entero para dar testimonio directo del horror: busca supervivientes de la violación y el sufrimiento donde las haya, se acerca a las mujeres para registrar su voz. Y su voz tiene nombre y apellidos, como también los tienen sus violadores y, más allá de ellos, los últimos responsables. Porque Lamb pone al descubierto que en la historia de la violación existen cambios de última hora. Nos desvela que esta es desde hace años una estrategia planificada de destrucción del enemigo en los conflictos bélicos. No se trata, o no únicamente, de satisfacción de sexo como botín, sino, y, en primer lugar, de llevarla a cabo obedeciendo órdenes. Como sucede también en las dictaduras.

La autora nos habla de la dictadura argentina, del genocidio de Ruanda, de Siria e Iraq, de Bosnia y Herzegovina, de la República Democrática del Congo, de Birmania y Filipinas, de la Segunda Guerra Mundial, de España, de Sudán, de Bangladés… Habla de la persecución del pueblo rohingyá, de las niñas secuestradas por Boko Haram, de la esclavitud sexual a la que han sido sometidas tantas mujeres en tantos lugares, de la tortura de las mujeres y niñas yazidíes. Y lo hace sin ahorrarnos lo que no puede omitir, las brutales formas y los feroces métodos que adopta el horror. No por añadir efectismo barato a su texto —no añade nada—, sino por ser la realidad, verdad despojada de cualquier sospecha de ornamento. Un logrado esfuerzo en aras de la objetividad.

Y en aras de la objetividad Lamb entrevista a miembros del llamado Estado Islámico, asiste a juicios sospechosamente rápidos y faltos de garantías contra acusados de violación ante tribunales de dudosa actuación, incluye con cuidadosa minuciosidad la posible injusticia en todos los frentes.

Y menciona también las numerosas iniciativas de individuos, que ponen a menudo su vida en peligro, y asociaciones, con nombres y apellidos, que nos reconcilian con la naturaleza humana y nos proporcionan un atisbo de esperanza: el ingente trabajo de jueces y juezas, del ruandés doctor Mukwege, conocido como «Doctor Milagro», de la Ciudad de la Alegría, de tantos y tantas…

En el último capítulo de su libro Lamb resume los avances y los retrocesos en el ámbito del reconocimiento de la violación en la guerra haciendo balance. Reivindica la acusación de violación con independencia de la de asesinato o de genocidio, en tanto que las consecuencias son otras, casi siempre peores que la pérdida de la vida (la mayoría de las víctimas hubiera preferido morir, algunas se suicidaron o lo intentaron). Subraya la dificultad de llevar a los agresores ante la justicia y de conseguir las pertinentes condenas (cuando excepcionalmente se ha conseguido ha sucedido solo parcialmente o incluso ha habido indulto al poco tiempo). Alerta del retroceso en este sentido en los últimos años. Concluye que debe dedicarse atención institucional a esta lacra, que se demuestra que es posible reducirla y hasta eliminarla como comportamiento generalizado, que la presencia de la mujer en los mandos del ejército y en los tribunales la reduce, por lo que es importante aumentar la representación femenina en todos los frentes.

Asimismo, el libro de Christina Lamb es impagable por tantas otras razones: constituye un magno documento, no solo por los nombres y apellidos que nos proporciona de sus protagonistas e instituciones en todos los ámbitos implicados, también por la bibliografía que incluye al final y que desglosa bajo epígrafes: en general, agresores, países/lugares/minorías, producciones audiovisuales. Incluye también algunas fotografías en blanco y negro con sus respectivos créditos. Sin olvidar cuatro páginas de agradecimientos a todas aquellas personas que han hecho posible su trabajo.

Un libro impactante, devastador, perturbador (son algunos epítetos acertadamente utilizados por la crítica), pero maravilloso (existe la falsa paradoja).

Una lectura obligada.

 

 

“POESÍA COMPLETA”, DE CESARE PAVESE

Luis Benítez ©


El sello argentino Barnacle acaba de distribuir, en una muy cuidada edición bilingüe (castellano-italiano), traducida por los destacados especialistas Jorge Aulicino e Isaías Garde, este compendio que abarca desde los textos juveniles hasta los de última factura del gran escritor italiano.

 

Hay casas editoras atentas a las necesidades de los lectores y este es, una vez más, el caso del pujante sello de la Argentina. Ciertamente, estaba faltando en librerías una obra de esta envergadura y de tan exacta realización, que compendiara en sus páginas la obra lírica del extraordinario poeta italiano.

Como es fácil imaginar, reunir en este volumen bajo el título de Poesía completa [1] la producción de Pavese no fue una tarea fácil y es muy de destacar el esmerado trabajo de Barnacle para reunir las versiones originales en lengua italiana y concretar su más atenta comparación, en una labor encomiable que demandó el contacto con las fuentes europeas directas.

Es el mismo poeta y titular de la casa editora, Alberto Cisnero, quien particulariza acerca de este minucioso trabajo previo, en la Advertencia al lector incluida en la página 9 de Poesía completa:‘Poesía completa’ de Cesare Pavese fue organizada atendiendo al escrúpulo cronológico: en primer lugar se incluyeron los poemas juveniles, escritos durante la tercera década del siglo pasado (que la casa ya había publicado parcialmente) y luego nos atuvimos a confirmar el compendio que realizara Italo Calvino de los poemas éditos e inéditos al momento de la muerte del autor, libro que se daría a la publicidad doce años después del hotel, los barbitúricos y la frase postrera, ecuánime, de aquel domingo fatal y lejano (Calvino intercaló poemas originales no incluidos en el cuerpo de la obra publicada por el propio autor, un único libro en rigor de verdad: Trabajar cansa; y finalmente organizó La tierra y la muerte y Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, que llevan el aura de póstumos). Asimismo, tuvimos en cuenta el volumen, que suponemos definitivo y que bajo el título Le poesie salió de las máquinas hace menos de un lustro bajo el sello de la editorial Einaudi. También reparamos en que admirar es ya un motivo y es una buena razón en el mundo”.

Respecto de la esmerada traducción a nuestra lengua, es por demás encomiable lo realizado por Jorge Aulicino (1949) en lo que hace a los textos escritos por Pavese en su lengua materna y por Isaías Garde (1961) con aquellos que nos dejó en inglés: I’m all alone (págs. 60-61), To C. from C. (págs. 570-571) y Last blues, to be read some day (págs. 590-591, pieza que cierra la compilación).

Respecto de la lírica pavesiana, con meridiana precisión se refiere a ella Aulicino en su texto Un mito hace falta (págs. 7-8), donde afirma: “La colección de poemas de Trabajar cansa, que Cesare Pavese (1908-1950) publicó censurada en 1936, cuando tenía 28 años, es la cumbre de su breve carrera poética, su mejor logro, entendiendo por ‘logro’ aquel espectro de imágenes y palabras que sigue dando vueltas en nuestra memoria a lo largo de los años —no importa cuánto consenso o falta de consenso haya al respecto— y suscitando pareja emoción. Pero esa colección, reeditada en 1943, fue precedida por muchos poemas borroneados por Pavese en hojas que nunca vieron la luz hasta hace unos años, en Italia, y en cartas a sus amigos. Son poemas en general breves, escritos entre los 13 y los 21 años, en los que apenas asoma la luz de los poemas-relato de 1936. Esto significa que en antes de cumplir 30, Pavese logró un giro radical en su incipiente obra y creó el núcleo de toda la obra narrativa que desplegó antes de cumplir 42 y suicidarse. Después de su muerte, Italo Calvino, que ocupó su puesto en la editorial Einaudi, publicó los poemas que Pavese no había incluido en Trabajar cansa. No era difícil identificarlos: los mismos personajes y los mismos escenarios, la misma métrica larga, además del tono monótono y su distanciamiento “viril”, logrado con pocos adjetivos y poca intervención del yo conmovido, autorreferencial e intenso que se agitó en los poemas juveniles.

“Pavese logró imprimir ese giro radical a su poesía con el expediente simple de desviar la mirada del propio ombligo y de la decadencia de la vida cotidiana y dirigirla al paisaje. Un paisaje en el que pululaba gente movida por dos fuerzas poderosas y a veces antagónicas: el trabajo y el sexo. Además de los poemas descartados de Trabajar cansa, Calvino encontró entre los papeles de Pavese un conjunto de poemas, un libro en ciernes en el que se producía una vuelta al lirismo, al tema del amor y la muerte, de la falsa sensación de que el primero nos exime de la segunda, hasta que el amor asume el rostro mítico de la tierra, de la que venimos y a la que vamos. Aquel conjunto de poemas constituyó Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, breves y de métrica corta”.

Sobreabundaría declarar la importancia que este volumen, ofrecido a un valor ciertamente muy accesible, tiene para el atento lector contemporáneo, dadas las pocas reimpresiones que se realizan incluso de las obras de autores cuya importancia es capital, como Cesare Pavese.

Por otra parte y como curiosidad, me permito recordar algo llamativo, sucedido allá por el final de la década de los ’80, cuando recibí en mi casa a mi amigo, el poeta italiano Dante Maffia (1946), de visita en la Argentina con motivo de la publicación de uno de sus poemarios por editorial Losada. Hablando con él acerca del gran poeta piamontés, Dante se mostró muy sorprendido de que, por aquellos años, en nuestro país valoráramos a Pavese fundamentalmente como poeta. No dudó en manifestar que, en Italia, mayormente, se lo reconocía como narrador. El paso del tiempo seguramente modificó ambas perspectivas, pero como señaló Aulicino, siempre un mito hace falta.

 

El autor

El poeta, lingüista, escritor, traductor, editor literario, guionista, crítico literario, periodista y biógrafo Cesare Pavese nació en Santo Stefano Belbo, Piamonte, el 9 de septiembre de 1908 y se suicidó en el hotel Roma, de Turín, el 27 de agosto de 1950. Obra poética: Lavorare stanca (1936) y Verrà la morte e avrà i tuoi occhi (1950). En narrativa: Il carcere (1938-39); Notte di fiesta (1936-38); Paesi tuoi (1941); La spiaggia (1942); Feria d'agosto (1944); Fuoco grande (1946); Il compagno (1947); Dialoghi con Leucò (1947); Il diavolo sulle colline (1948); La casa in collina (1948); Tra donne sole (1949); La bella estate (1949) y La luna e i falò (1950). En cuanto a sus ensayos, citamos: La letteratura americana e altri saggi (1951) e Il mestiere di vivere (1952). Fue además un prolífico traductor, llevando a su lengua natal obras de Sinclair Lewis, Herman Melville, Walt Whitman, Sherwood Anderson, James Joyce, John Dos Passos, John Steinbeck, Gertrude Stein, Daniel Defoe, Charles Dickens, Herman Melville, Christopher Morley y William Faulkner, entre otros.

 

NOTA:

[1] Barnacle, ISBN 978-987-8952-69-7, 600 pp., traducción del italiano por Jorge Aulicino y del inglés por Isaías Garde, Buenos Aires, 2025. https://barnaclemora.wixsite.com/home

 

 

 

JEAN-PAUL SARTRE, A 120 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Sus ideas de destino, predestinación y la influencia del Psicoanálisis.

Antonio Las Heras ©


El 21 de junio de 1905 —en pleno Solsticio de Verano— nacía en París Jean-Paul Sartre. Se están por cumplir 120 años de aquel acontecimiento. Falleció (también en París) el 15 de abril de 1980. Estamos próximos a los 45 años de ese acontecimiento. Tiene, entonces, sentido volver a su legado para extraer aquellas consideraciones filosóficas que siguen siendo de valía cuando estamos concluyendo la primera cuarta parte del siglo XXI.

Hay dos frases que —con sólo oírlas— ya recordamos que remiten directamente a Sartre. Son las conocidas: “Estamos condenados a ser libres”, “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

La idea completa que se encuentra en su obra “El existencialismo es un humanismo” (1946) donde explica: “[…] el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.”

Aquí aparece un Sartre al cual puede entenderse como convencido de que cada una de las cosas que la persona hace es producto de su propia decisión. No habría elementos ajenos intervinientes y condicionantes. Ya veremos que, a sus 70 años pensaba diferente y, hasta, admitía una “destinación”, llamémosle.

También es recordado por haber rechazado el Premio Nobel de Literatura, que recibió en octubre de 1964 «por su obra que, rica en ideas y llena del espíritu de libertad y la búsqueda de la verdad, ha ejercido una influencia de gran alcance en nuestra época.» Sartre afirmó toda su vida que un intelectual no debía poseer nada propio (siempre vivió en departamentos alquilados) y no aceptar premios de ninguna índole, pues estas cosas habrían de condicionar su libertad en la toma de decisiones.

En un primer momento, afirmó que no hay un destino preestablecido, y que somos libres para elegir nuestros caminos, así como crear nuestro propio significado en la vida.

Pero, ¿qué pensaba este filósofo cuando ya había cumplido los setenta años de edad? ¿Cómo entendía el proceso para que un humano pudiera ejercer esa libertad que lo llevara a convertirse en quién él mismo debía ser?

En los diálogos que dieron lugar al libro “Autorretrato a los 70 años” (Situaciones X) encontramos útiles datos al respecto. Sobre todo, para indagar en relación a su idea del concepto de “destino.” ¿Hay una real posibilidad del ejercicio pleno de la libertad personal… o estamos condicionados por aspectos que resultan invariables y anteriores a cualquier decisión consciente?

“En cierto sentido —explica Sartre— todos nacemos predestinados. Somos llevados a cierto tipo de acción desde el origen, por la situación en que se encuentran la familia y la sociedad en un momento dado.”

Y agrega: “… considero que no somos libres —por lo menos provisoriamente, hoy— porque estamos alienados. Nos perdemos siempre en la infancia: los métodos educativos, las relaciones padre-hijo, la enseñanza, etc.; todo esto otorga un yo, pero un yo perdido.”

Esto implica que Sartre considera que la libertad humana, en cuanto absoluto, es algo del orden de lo imposible. Existe una “predestinación.” Y ese concepto está muy vinculado a las lecturas que —durante años— realizó de las obras del psicoanalista Jacques Lacan, como él mismo lo admitiera.

“Esto no quiere decir que tal predestinación —explica Sartre— no admita ninguna elección, pero se sabe que al elegir no se realizará lo que se ha elegido; es lo que llamo la necesidad de libertad.”

Y ya nos adentramos en un pensamiento sumamente influenciado por el Psicoanálisis cuando nos dice: “Todo viene de la infancia, pero en un sentido mi proyecto actual no tiene ya nada que ver con el que tenía entre los doce y los quince años, cuando quería ser novelista y estaba influido por el arte por el arte, vagamente teñido de humanismo, de mi abuelo.”

Muy diferente a lo expresado en otros tiempos cuando sostenía que los procesos mentales inconscientes no pueden ser decisivos en la vida humana y señalaba: «Un ser humano adulto no puede ni debe estar defendiendo sus defectos en hechos ocurridos durante su infancia, eso es mala fe y falta de madurez».

Jean-Paul Sartre
Lo mismo se advierte cuando señala: “El que quiere ser célebre no es eso lo que quiere: lo quiere todo.” O lo que es lo mismo, regresa a los deseos de la infancia cuando se ilusionaba en que sus padres podrían otorgarle todo cuánto ese niño pudiera desear. El autor va más lejos en su precisión: “Creo que uno llega a ser célebre si se lo propone, no por dones o disposiciones innatas.”

Al comentario: “En el fondo, las personas por las que siente gran estima, ¿no son las que tienen una ‘sed de absoluto’, como se decía en el siglo XIX?”, Sartre responde de manera concluyente: “Sí, por cierto. Los que quieren todo. Es lo que yo mismo he querido. Naturalmente, no se lo alcanza, pero hay que quererlo todo.”

En lo que hace a su historia personal, la resume así: “Todo aquello con lo que soñé de chico, en cierto modo lo he conseguido. Pero lo que deseaba era otra cosa; no sé demasiado bien qué. Y eso no lo tengo…”

 

Nota: Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magister en Psicoanálisis, filósofo, historiador y escritor. Email: alasheras@hotmail.com

 

 

LO QUE LAS MUJERES CUENTAN

Valeria Badano ©

 

Amanda Patarca y la invitación al banquete

El convite de la Mora es la novela con la que Amanda Patarca gana, en 2001, el primer premio Xerox para novela sin libro en el rubro novela corta que organizó la Fundación El libro en el marco de la 27ª Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. El convite de la Mora es publicada por el Grupo Editorial Lumen en 2002. Y entonces llega a mí.

La novela se presenta plural. En los títulos que ordenan las ‘partes’ que la componen, Patarca juega y es el juego lo que genera lo diverso, lo disruptivo. Las ‘partes’ que componen la novela aluden a formas de la lírica clásica: preludio, rapsodia, y a situaciones de festividades sagradas: convite, convocatorias, celebración del convite, consumación. De este modo, Patarca delimita ese mundo sagrado que propone donde los años se reúnen en el tiempo de la narración en el que los tiempos, los personales, la vida, la muerta, los países son uno, todos ellos, creados (re-creados) por el deseo de reunión de Lola. Y ahí, en Lola y su deseo de banquete, de renovada bacanal, está Amanda haciendo hablar a todos: “A Arrecifes y su gente, sin cuyo estímulo y afecto excepcional, nada de lo que hoy existe de literario en mí, hubiera acontecido” (2002, 7).

Desde el paratexto instalado en el título, Patarca nos conduce al juego culinario, orgiástico y textual del “banquete”: el convite es el banquete y el banquete remite, en tanto intertexto filosófico, a Platón y también a la Biblia y a las bacanales y a Dionisio. El sustantivo “convite” juega y se vuelve verbo y es la invitación que se presenta como el acto mismo de invitar donde todos cumplen un rol y juegan.

En El convite de la Mora, desde un lugar de empoderamiento Lola es la que invita, pone las reglas, quiebra tiempo y espacio y los une en el espaciotiempo de su voz: todo es “de la Mora”. Todos están invitados (convidados) al banquete de la palabra fundante de un mundo femenino y propio.

Amanda Patarca
La novela está escrita en primera persona: Lola escribe su vida y se ‘escribe’, así, en el universo de las Artes, de la Historia y de los hombres. En la novela también se escribe acerca de los modos en los que se concibe y se celebra el arte. Por eso, la vida: la autobiografía ficticia de Lola Mora, se inscribe como una fiesta, intertextualmente, un banquete: reunión, pluralidad, corporidades que se encuentran: bocas, voces, cuerpos. El libro se estructura en: A modo de rapsodia, Preludio, Convocatorias, Celebración del convite, Consumación.

La primera parte de la novela se titula “A modo de rapsodia”. En este paratexto, Patarca propone la idea de lo roto, de los fragmentos; una rapsodia es el fragmento de un poema épico. Así se advierte qué se dice, qué se va a leer: historia fragmentada contada por muchas voces -fragmentos de esa vida narrada-. Vida de una mujer, también, hecha de fragmentos.

En el final, Patarca, redobla la intención de empardar este relato de vida de Lola Mora con las festividades rituales, religiosas, femeninas y cierra la novela con el capítulo llamado “Intención”.

La novela de Patarca puede considerarse un relato biográfico en tanto que presenta narrada la vida de Lola Mora como también una novela autobiográfica ya que el corpus textual se inscribe mayormente en la primera persona. También, un juego especular de una voz que oscila entre la objetividad (biográfica del relato de vida) y las voces que plantean la subjetividad.

Asimismo, Patarca propone una lid entre lo sagrado (ritual, común unión de almas que trasciende el tiempo y el espacio (por eso elegí el concepto “espaciotiempo”) y lo mundano en tanto que humano; el amor, los cuerpos, el deseo, el poder. Desde esta perspectiva están todos invitados al convite: todos ‘in situ’ más allá del tiempo y del espacio reales, más allá de la vida y de la muerte, todos con la palabra: un diálogo vivo entre Baldomero, Luis, D´Annunzio, Julio, Espírito Santo, Demonio, la Magdalena. Entre ellos y Lola, entre ellos y los lectores: ellos, también, narran la vida de Mora. En la novela se expone, así, la idea de ficción y de historia como elemento de la narración- todo resulta una situación ficticia que no responde a ninguna pregunta si no que la agudiza: ¿dónde?, ¿con quiénes?, ¿cuándo?

La idea de convite, de banquete, de bacanal, de aquelarre, de fiesta fortalece la noción de lo especular, espejos que multiplican la realidad, que reúne y confunde. Dice Patarca hacia el final de su relato:

“… y donde solo un rato antes ofreciera su especial convite, el de la Mora. Y la estela que formaba su regreso (…) Fue entonces, a partir del instante en que Lola Mora posaba nuevamente en la tierra sus pies, cuando pudo escucharse un bramido de monstruo sacando al exterior toda su furia…” (109)

En el final, la novela de Patarca juega en el vaivén de palabras clave que hacen una declaración del quehacer de su propia escritura: espejo, rompimiento, no me encuentro, me ha llevado al abismo. Reflexión metatextual, “se ha roto ya el encanto” y, entonces, se entienden otras realidades.

 

Laura Formento y la palabra de Lola dice

Soy Lola Mora (2024) es una novela de Laura Formento, en ella se propone la pluralidad, la divergencia, las diferencias y el diálogo.

La novela está escrita entre lo biográfico y la autobiografía. En ella se rompe con el tiempo lineal, cronológico presumible en todo relato de vida, ya que la novela comienza con una voz en primera persona –Lola Mora- pero que ya está muerta. Sin embargo, narra, percibe, siente, vive instalada en un tiempo presente que no es el “real”. Desde el inicio de la novela queda explicitada la dispersión temporal que ancla en las necesidades de la narración y no en las precisiones temporales humanas.

Laura Formento juega con el tiempo y crea y así ordena la consecutividad, la narratividad, de las acciones presentadas. Cada capítulo (todos son breves) funciona como una ‘estampa’, es una imagen estática que permite hacer foco en un personaje, en un evento o en un objeto.

A los acontecimientos propios de la vida biografiada de Lola, Formanto relaciona con hechos históricos mundiales y nacionales, datos catastrales, políticos, etc. externos, ajenos a la vida doméstica, íntima de Lola. Son hechos que la exceden en su individualidad, pero la contextualizan. Es allí cuando la voz en primera persona cambia a una tercera extradiegética y la vida de Lola Mora trasciende y se instala en un mundo convulsionado. Se mezclan relato histórico, biografía, autobiografía, referencias de los catastros del principio de siglo XX en Buenos Aires, viajes, Europa, la primera guerra mundial, la división de clases, el esnobismo.

Laura Formento
La composición de la novela de Formento se consolida en la noción de lo metanarrativo. Formento escribe un texto donde convergen la Historia y la (las) historia(s), y en esa amplitud propone su idea de escritura: pluralidad, construcción, ensimismamiento, diasporización.

Desde el título, desde la elección de la protagonista podría pensarse en una narrativa lineal, explicativa, cronológica cuyo foco es Lola Mora. Sin embargo, esa ‘aparente’ la unilateralidad narrativa, la linealidad cronológica se desdibuja en la composición de la estructura de la novela que, en aparente orden, estalla: hay muchos espacios, varios tiempos que conviven en la página. Las voces dialogan; la tercera con la primera persona y, en ese diálogo, estalla la idea de narración tradicional, histórica, donde el presente se adelanta más allá de los hechos porque lo que importa es lo que se dice.

La vida de Lola Mora con las imposiciones dictadas por la época a propósito de su género, su mirada individual, creativa, su voz potente y desobediente se torna una imagen que se queja, que resquebraja y que funda nuevas formas. La voz de Lola se enuncia resumida en el epígrafe de la novela: es mujer, es artista y es libre. Esas tres condiciones además de definir a Lola, plantean el derrotero de escritura y de lectura de esta novela de Formento. La novela trasciende lo biográfico, lo histórico: no es solamente la vida de Lola Mora. La novela habla de las maneras de escribir, de reescribir la historia. Soy Lola Mora, entonces, además de lo biográfico, muestra cómo escribir, el modo en el que hechos o personajes reales se hacen ficción.

En sus novelas El convite de la Mora y Soy Lola Mora, Amanda Patarca y Laura Formento respectivamente reviven, no dejan morir a Lola Mora; en sus discursos ficticios y femeninos la crean, la recrean, la actualizan y la dejan ser.

Soy Valeria Badano. Profesora universitaria en Letras. Licenciada en Lingüística. Especialista en Estudios de las Mujeres.

Escritora, madre y argentina.

Me gusta escribir y me gusta jugar, pero escribo de verdad. La escritura, mi escritura es cosa seria. Escribo como mujer, escribo porque soy una mujer, escribo porque creo que las mujeres tenemos mucho que decir. Escribo porque las ficciones, los mundos posibles, las mentiras, los deseos me pertenecen y me gusta reconocerme en esas pluralidades.

También me gusta estudiar. Estudiar es estudiarme, conocerme, problematizarme, preguntarme.

Estudiar(me) para escribir(me). Estudiar y escribir para “nacerme”.

 

Novelas referidas:

• Patarca, Amanda (2002) El convite de la Mora. Buenos Aires: México. Grupo editorial Lumen.

• Formento, Laura (2024) Soy Lola Mora. Buenos Aires: El mono armador.

 

 

VIDAS QUE ALEGRAN LA VIDA. UN LIBRO BUENO Y BELLO

Anna Rossell

 

Michiko Aoyama
La biblioteca de los nuevos comienzos
Traducción del japonés de Marta Morros Serret
Editorial Planeta, 2023, 304 pp.


Buena literatura y precioso libro, este de la escritora japonesa Michiko Aoyama, de la cual, en traducción española, sólo se ha publicado este, y en ninguna otra lengua peninsular. Y lo cierto es que merece la pena presentarlo en todas las versiones posibles.

Un libro bueno y bello.

Esta novela se compone de cinco historias, cinco vidas que en un momento determinado, por diferentes razones, se encuentran desorientadas y en la cuerda floja por algún suceso decisivo. El desasosiego les invade e intentan reconducir su trayectoria vital.

Michiko Aoyama
Michiko Aoyama (Aichi —Japón—, 1970) sabe escribir bien y construir admirablemente la arquitectura de una novela que desea realzar los aspectos positivos de los seres humanos y entregar al público lector un texto que les impulse hacia delante en cualquier crisis.

Porque el lector podrá empatizar con todos los personajes, con alguno de ellos quizás más que con otros, pero al fin con todos, por las ricas y variadas características con que la autora los diseña: hombres y mujeres de una amplia franja de edades, de caracteres diferentes y en situaciones distintas.

Contadas veces un texto consigue tan perfecta armonía entre fondo y forma. Porque el montaje y la trama del texto dicen y reflejan lo mismo que las palabras que lo componen. Aoyama teje sus cinco historias alrededor de un solo eje: una bibliotecaria, la señora Komachi, que en la correspondiente consulta de información de cada uno de los cinco personajes y tras breve conversación, les recomienda las lecturas sobre los temas que ellos desean, pero también otro libro, que no tiene ninguna relación. Además, les obsequia en la despedida con una figurita de lana cardada, que ella misma confecciona en sus ratos libres.

Los personajes no se conocen entre sí, pero curiosamente, al terminar la novela, nos damos cuenta de que la autora ha ido hilando una relación indirecta entre ellos, todo un entramado, una relación que se construye a través de casualidades, que parte del hecho arbitrario común de que a todos (también a la bibliotecaria) les gusta con pasión la misma marca de galletas, muy populares en Japón, y de que son los libros, o algún libro en particular, los que les ayudarán a recomponer sus vidas. El tejido entramado que va hilando Aoyama entre ellos transmite una preciosa y provechosa idea de sociedad y de comunidad.

Sin embargo, no son los libros el único factor que favorece el cambio positivo de rumbo. Cada protagonista, a partir de múltiples detalles y de otros diversos personajes con los que se va encontrando, con los que dialoga, impulsa en sí mismo, con sus nuevas experiencias y conversaciones, una reflexión que transforma su modo de mirar y de ver las cosas, y que coadyuva el cambio.

Técnicamente la novela está escrita en primera persona, pero el diálogo es frecuente. Los diálogos no tienen desperdicio, como tampoco lo tienen las reflexiones que se hacen a sí mismos los protagonistas; tanto unos como otras encierran una profunda filosofía y sabiduría, que se manifiestan en su progresivo crecimiento personal.

La novela es, en lo que representa el conjunto, filosófica y poética, irradia paz y produce bienestar. Y dejamos la lectura con una leve sonrisa pensativa y la mirada perdida.

Y con la seguridad de haber aprendido mucho para nuestra propia vida.

Michiko Aoyama trabajó en Sidney, Australia, como periodista para un periódico japonés y a su regreso a su país natal fue redactora para revistas en editoriales de Tokio. Después decidió dedicarse completamente a la escritura. Desde 2017 ha publicado diversos libros. La biblioteca de los nuevos comienzos vio la luz en Japón en 2020 y se ha convertido en un gran bestseller en su país.

 

 

“AULLIDOS LEJANOS” DE PEDRO MARTÍNEZ CORADA,
UNA OBRA DE EXCEPCIÓN
Héctor Zabala ©


Leamos primero el cuento y la biografía del autor:

 

AULLIDOS LEJANOS *

Pedro M. Martínez Corada ©

 

Soy el último hombre lobo sobre la Tierra. Mejor dicho, era el último que quedaba.

Recuerdo la noche en que el doctor Van Hilseng me dijo que estaba curado. Recuerdo, por primera vez en mi vida, una noche de luna llena. Tenía el cuerpo cansado, dolorido por los sueros y linimentos que me habían aplicado durante los diez últimos meses. Miré la luna, brillando con su vieja cara de liebre en el cielo, y me sentí sereno: todo había acabado.

A la mañana siguiente, me despertaron temprano y poco después partí hacia la estación. Van Hilseng me despidió desde la puerta de la calle y miré la fachada de piedra y las grandes ventanas del Instituto Pasteur, extrañas después de tanto tiempo encerrado entre sus paredes. El pálido sol invernal me molestaba a través de la ventana del carruaje y el percherón, sumiso bajo el látigo del cochero, resbalaba sobre los adoquines mojados. Me fui de París sin ver el Sena.

Evoco aquellos tiempos, que ya empiezan a estar lejanos, con parecida melancolía a la de un soldado que vuelve de la guerra. El sufrimiento y el dolor de aquellos meses de penuria ya no me atenazan, solo el severo rostro del doctor se me aparece entre las brasas de la chimenea o en la galería de desnudas paredes que conduce hacia mi solitario aposento; una cara que odié en muchas ocasiones, pero que ahora recuerdo como la del capitán que me salvó la vida en la batalla. Mandé quitar todos los cuadros de mis antepasados, como me dijo Van Hilseng, pues seis generaciones de rostros recordándome el pasado me habrían atormentado.

Ahora soy un hombre nuevo, el nuevo conde de Brandul, amado y respetado por sus siervos, constructor de las bodegas más modernas de Transilvania y amante de la poesía y la ciencia. Debo ser feliz y comprender que todo lo ocurrido ha sido por mi bien.

En los anocheceres de verano, abro las ventanas de la estancia y los aromas de las vides se entrelazan con los de las flores de mis jardines en sensual pugna; los palomos canturrean entre los tejados del castillo y algún caballo relincha en las cuadras mientras el herrero da los últimos golpes en la fragua, antes de la oscuridad silente. En invierno, me extravío en el silencio blanco y el frío huele como el agua fresca del pozo de Odania, al pie de las cercanas montañas tapizadas de enhiestos y oscuros bosques. Todo eso me rodea, y todo es mío.

Castillo de Dracul en Transilvania
Mataron a los lobos. Mientras yo no estuve, los mataron a todos. Me lo confesó Vladich, el pastor, después de propinarle cinco latigazos. Los siervos guardan en sus casas las pieles y las cabezas, pero nunca podrán enseñarlas, saben que el que lo hiciera se enfrentaría a mí y a la horca. Las cumbres están mudas, bajo las frías estrellas que antaño ardían con los aullidos y me posee el silencio de mi nueva vida, al borde de los riscos por donde ya solo trepa el viento.

A pesar de mis preguntas, el doctor no me contó lo que pasó aquella noche y por qué me llevaron a París. Tan solo me dijo, en una ocasión, que de no haber sido por él, yo ya estaría muerto y volvió a enseñarme el permiso del príncipe para disponer de mí. No debía pensar en lo que había hecho sino en lo que debería hacer a partir de vencer al lobo que llevaba dentro, a la maldición que durante siglos había poseído a mi familia.

Un hombre lobo nunca recuerda lo que es y lo que hace en su otra vida, entonces, ¿por qué preocuparme?, me repetía Van Hilseng, mientras me inyectaba algún suero o me cubría con mantas para calmar el frío aterrador que me inundaba en las eternas noches del Instituto. ¿Acaso había sido feliz cuando me despertaba, desnudo y aterido, entre los árboles del bosque? El horror ante la imagen de mi cuerpo magullado, cubierto de sangre, ¿era algo placentero? Sin recordar lo que era mi otra vida, los remordimientos y la culpa me embargaban al amanecer mientras insultaba al cielo y huía de las antorchas de las partidas en busca del monstruo que había atacado de nuevo.

Alguna noche echo en falta al doctor. Durante meses vivió en mi castillo y paseábamos y charlábamos después de la cena, alrededor de una copa de buen coñac. Me hablaba sobre las teorías y descubrimientos de la nueva ciencia, del imperio de la razón y del príncipe que le había enviado conmigo. Todo estaba cambiando, decía, y yo le escuchaba con curiosidad y atención. Dios ha muerto, afirmaba Van Hilseng, desde que los científicos comprenden el mundo. Y si Dios, en caso de existir, había permitido que conociéramos la célula, origen de toda vida, se había suicidado en un gesto de infinita generosidad para con el hombre, su creación, llevándose para siempre con él el libro divino del destino que me había condenado a ser lo que fui.

Mis tierras, por fin, están en paz y el doctor nunca regresará pues su ciencia me ha curado. Y yo puedo ya mirar de frente, sin temor, a la luna llena, grande, misteriosa, surcando veloz entre las estrellas.

Sin embargo, hay ocasiones en que creo escuchar aullidos en los cercanos bosques. Imagino entonces al lobo de ojos transparentes y fauces abiertas y chorreantes de baba, colmillos brillantes, lomo erizado, el cuerpo tenso, la respiración contenida, moviéndose sigiloso sobre sus patas acolchadas entre la maleza y las rocas de la quebrada. Escucha y olfatea, atento a cualquier movimiento y cuando lo percibe ataca. Salta sobre la víctima y entre gruñidos y mordiscos hace que caiga al suelo. Siente la sangre en la boca y desgarra la carne caliente en un abrazo fiero y hermoso que le otorga la vida. Cuando la víctima muere, con una última y trágica sacudida, el lobo levanta las fauces al cielo y aúlla avisando a la camada que corre ansiosa hacia él por la maraña iluminada por la luna.

Sí, a veces me llegan rugidos, desde lo más profundo del bosque, cuando contemplo la luna llena.

 

* Relato publicado en el libro Vampiros, ángeles, viajeros y suicidas. Varios autores. Kokoro Libros (Madrid, 2005).

 

 

PEDRO M. MARTÍNEZ CORADA


Madrid, España, 1951. Escritor, fotógrafo y locutor. Director de la Revista Almiar (https://margencero.es). Ha publicado el libro de relatos Nunca llueve sobre el Sáhara (Mandala & Lápiz Cero, 2008) y participado en las antologías Vampiros, ángeles, viajeros y suicidas (Kokoro Libros, 2005); Inventarĭum (Margen Cero, 2013); Martínez en tertulia (Café Literario Editores, 2014) y Archipiélago 988 (Cuadernos del Laberinto, 2022). Biografía y obra en Internet: https://linktr.ee/martinezcorada 

Fotografía del autor Diego Martínez © (https://www.instagram.com/diegomartinezph/)

 

 

ANÁLISIS DE “AULLIDOS LEJANOS” DE PEDRO MARTÍNEZ CORADA

Héctor Zabala ©

 

La Biblia condena, en una docena de ocasiones, beber sangre o comer carne sin haber desangrado antes al animal.

Por ejemplo, Génesis 9:3-4 dice: “Cuanto vive y se mueve os servirá de comida; y asimismo os entrego toda verdura. / Solamente os abstendréis de comer carne con su sangre”, en oportunidad del fin del diluvio de tiempos de Noé, cuando el pueblo hebreo aun no existía y a modo de mandato para toda la humanidad. Para reforzar aun más este precepto, el texto de Levítico 7:27 advierte: “El que comiere sangre de cualquier especie, será borrado de su pueblo”. Y no se dirige solo a los hebreos antiguos, sino que lo extiende a los extranjeros que conviven con ellos, según se complementa en Levítico 17:12-14. Todo esto en cuanto a la colección de textos conocida como Antiguo Testamento. [1]

En el Nuevo Testamento, los cristianos del primer siglo de nuestra era mantienen ese antiguo mandato de no consumir sangre. Leemos en Hechos de los Apóstoles 15:19-20 al apóstol Santiago dirigirse a los demás miembros reunidos en la asamblea de Jerusalén (y estando presentes Pedro y Pablo): “Por lo cual es mi parecer que no se inquiete a los que de los gentiles se conviertan a Dios, / sino escribirles que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de lo ahogado y de sangre.” [2]

De ahí que beber sangre (o comer carne con su sangre) tenga mucho de diabólico para las tradiciones judeocristianas, tradiciones que refuerzan más su rechazo cuando se trata de sangre humana, como es lógico; tema conectado con la antropofagia, práctica reprobada históricamente por casi todas las religiones y culturas del mundo. Es decir, beber sangre, y en particular humana, no es algo natural. Vendría a ser algo prohibido desde tiempos pretéritos, tal como lo son las relaciones incestuosas.

 

En este contexto, tenemos las ficciones referidas a personajes que practican estas monstruosidades; en particular los hombres lobo (o licántropos) y los vampiros, seres del género de terror originados en viejas leyendas.

Hay varias similitudes entre vampiro y hombre lobo. No faltan versiones de novelas y leyendas en las que ambos tipos de monstruos son eliminados de manera semejante (vgr. con arma blanca o proyectil, de plata). A esto se podría agregar que actúan bajo el amparo de la oscuridad y en climas fríos.

Pero también hay diferencias, como la que muestra que un vampiro solo se alimenta de sangre y un hombre lobo de carne humana. Aunque quizá la mayor diferencia entre ambos monstruos sea que el vampiro nunca pierde su condición de tal, cuanto mucho se esconde durante el día; en tanto que el licántropo solo experimenta su transformación a bestia durante determinadas noches de luna. Además, el vampiro es siempre consciente de su monstruosidad, en tanto que el otro no parece recordar nada de lo que hizo en su estado lupino cuando retoma su aspecto humano.

Refieren a hombres lobo, leyendas de ambos lados del Atlántico. No sé si los indígenas americanos (vgr. los guaraníes, con su lobizón como antecedente) ya eran dueños de esas ideas por tradiciones ancestrales o les vinieron incluidas con la conquista europea (habría que investigar); pero lo importante es que la leyenda está muy extendida mundialmente. No así el vampirismo, que parece estar más acotado a Europa y en especial a determinadas regiones orientales.

Es paradójico también que existan murciélagos vampiros en América, pero ninguno en Europa, lo que descartaría a este animalito como origen de la leyenda aun cuando algunos cineastas se esfuercen en relacionar a estos quirópteros con los vampiros al estilo de Nosferatus y afines.

 

Sea como fuere, el asunto es que, en el cuento de Pedro Martínez Corada, Aullidos lejanos, el protagonista pasa de hombre lobo a vampiro, eludiendo así los esfuerzos del científico que presupone para sí haber eliminado al monstruo del cuerpo de su paciente mediante sus particulares drogas.

 Aunque Pedro Martínez en ningún momento menciona a Drácula en su relato, varios son los indicios que apuntan a esta velada transformación, a saber:

• Recordemos que el doctor Van Helsing es el personaje de la novela Drácula (Reino Unido, 1897) del irlandés Bram Stoker. En su cuento, Martínez permuta las vocales de su apellido llamándolo Van Hilseng, pero es evidente que se refiere al mismo individuo porque, tanto en su cuento como en la novela de Stoker, se trata de un científico que busca evitar nuevas víctimas humanas, aunque echando mano de diferentes recursos y trazándose objetivos distintos.

• Cuando en el cuento se da de alta al paciente, es muy temprano de mañana, pleno invierno y quizá había cierta niebla o humedad ambiental pues los adoquines están mojados. Pero, aun así, ese sol pálido, débil, alcanza para molestar bastante al hombre recuperado; signo muy propio de que estaríamos en presencia de un vampiro.

• El personaje del cuento se refiere a sí mismo como “conde de Brandul, amado y respetado por sus siervos, constructor de las bodegas más modernas de Transilvania y amante de la poesía y la ciencia”. Indudables referencias al personaje Drácula. En efecto, el nombre Brandul parece un interesante rompecabezas formado con partes de las palabras Bram (autor de la novela Drácula), Dublín (ciudad natal de Bram Stoker) y la terminación ul, que quizá connote a Dracul, nombre de la familia de Vlad III el Empalador (1456-1462), príncipe rumano muy sanguinario, en el que se habría inspirado Stoker para forjar su famoso personaje, según algunos críticos. Aclaremos, de paso, que Bram es apócope de Abraham, nombre de pila de Stoker y de su personaje Van Helsing.

• A Drácula le gustaba deleitarse con vinos de calidad y buena poesía —la biblioteca de su castillo estaba llena de libros, ingleses incluso—, según el Diario de Jonathan Harper, primera parte de la novela de Stoker. Estos detalles se reiteran en el cuento de Pedro Martínez.

• Asimismo, tanto en el cuento como en la novela, hay muchas referencias a la nieve, los lobos, los caballos, el castillo del conde. En muchos pasajes del citado Diario, se muestra todo esto como parte del ambiente habitual en que vivía Drácula.

• En ambas obras —cuento y novela— se hacen también muchas referencias a la noche, las estrellas y la luna, siendo las horas nocturnas cuando Drácula goza de mayor potencia física.

• En ambas obras, el conde domina por completo a la gente que lo sirve, y en la novela también a los lobos del contorno. Si bien promediando el cuento de Martínez Corada, el protagonista se entera que los han matado, sobre el final vuelve a oír sus aullidos, aunque en la lejanía.

• Es muy interesante incluso el pasaje del cuento donde el protagonista dice: “Todo estaba cambiando, decía [el doctor], y yo le escuchaba con curiosidad y atención. Dios ha muerto, afirmaba Van Hilseng, desde que los científicos comprenden el mundo.” Una referencia velada a la teoría de Darwin y de otros evolucionistas, como si fuera un indicio irónico de la transformación que se avecinaba en su propio cuerpo de monstruo.

 

Vale decir, Pedro Martínez plantea en su cuento, inteligentemente, la aparente curación de un hombre lobo. El relato en primera persona fue una adecuada decisión porque permite al narrador-personaje contar lo que le conviene y ocultar lo que no, como si se tratara de resguardar su intimidad por timidez u otra razón.

Pero el problema de las medicinas aplicadas en Aullidos lejanos es que al monstruo lo curan a medias: ya que resulta libre de su condición lobuna, pero no de su monstruosidad.

Así, más que una victoria científica, como se pretende o quedaría implícito al inicio del cuento, el resultado vendría a ser como un empate. Como tener que aceptar tablas en una partida de ajedrez que debimos ganar en el medio juego, pero cuyo remate se nos escapó.

Un empate que huele a frustración, donde la ciencia tiene que inclinarse ante la naturaleza y astucia del monstruo, un monstruo que alguna noche volverá a aparecer en su plenitud. Y no solo en las que haya luna llena.

 

[1] No son solo estos los únicos textos del Antiguo Testamento en los que se prohíbe consumir sangre, también hay condena de tal práctica en Levítico 3:17, 7:26, 1º de Crónicas (o Paralipómenos) 11:16-19. La prohibición se repite en el libro de Deuteronomio en tres textos más: 12:16, 12:23 y 15:23.

[2] Este mandato de Santiago fue aprobado de manera unánime por los demás apóstoles y cristianos presentes en la asamblea. Luego fue escrito en una carta dirigida a los cristianos de Antioquía y recordado por el apóstol Pablo en otro pasaje posterior (Hechos de los Apóstoles 15:23-30 y 21:25).

 

Nota: En todas las citas se ha utilizado la versión bíblica de Nácar-Colunga (La Editorial Católica S.A. 10ª edición, Madrid, 1960), pero pueden consultarse otras versiones de ediciones no católicas y se verá que el nudo principal de la cuestión es el mismo.

 

 

Nuevo colaborador

 

PABLO QUERALT


Es médico y poeta, nació en Buenos Aires, Argentina, donde reside. Es curador de poesía y organizador del Ciclo de Poesía en la Biblioteca en San isidro y creador y curador del Festival de Poesía de San isidro.

Fue colaborador del suplemento cultural del diario El pregón de Jujuy, en el diario Punto Uno de Salta, en el diario digital Jujuy al Momento, en la revista digital Merece una reseña, entre otros. Administra yvespoetryclub. blogspot.com

Publicó en España los libros de poesía Coca (Zaragoza), La piscina (Palma de Mallorca), Biosfera del amateur (Oviedo), y en Francia, Aves del paraíso (Toulouse).

En Buenos Aires publicó los libros de poesía: Cansancio de lo escrito, Un seductor mañana, La flecha de Agustín, Primer paso, Reescritos infinitos, Pueblo de agua, Crack, Escribí mi nombre, Late, 89Golpes y un whisky, El Padre, Pájaros en palabras, Pavarotti, Laleblan, Poema de la nieve, Jazz, Perfume animal, Cocineros, Ser y ser visto, Nací en el cine, Ópera, Biosfera del amateur, Partes de la escena, Raros sentidos, Obra Reunida 2001/21 y Mi casa siempre fue la poesía.

Sus poemas integran la Antología Federal de Poetas de la Provincia de Buenos Aires. Tradujo a los siguientes autores: Yves Bonnefoy, Alice Oswald, Thomas Hardy, D.H.Lawrence, Amy Lowell, Christophe Mannon, Charles Reznikoff y Thom Gunn.

https://yvespoetryclub.blogspot.com/

pabloqueralt55@gmail.com

 


REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 62 – Junio de 2025 – Año XVI
ISSN 2250-4281 – Edición trimestral
EX-2024-113685608-APN-DNDA#MJ del 17/10/2024, incorporado a RL-2018-52429319-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.


Propietario y director: Héctor Zabala
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Colaboradores

Corrección general:
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Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
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Ilustración de carátula y emblema:
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• Pablo Queralt, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 62:
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• Héctor Zabala, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm